
Crédito: Manos de La Cava
El desamparo del Estado y compromiso social: una entrevista con Manos de La Cava
Manos de La Cava reflexionó sobre la situación de pobreza en la Argentina, la ausencia del Estado, las inundaciones de agosto de 2023 y la precariedad del barrio de San Isidro, el municipio más rico de la Provincia de Buenos Aires.
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Por DELFINA BARREIRO
María Iraola, presidenta de la fundación Manos de La Cava, habló acerca de los desafíos de trabajar en el barrio marginal de San Isidro, La Cava. Resaltó la “pésima” relación de la ONG con el Estado y el poco compromiso del Gobierno con la pobreza en la Argentina. Además, María Iraola insistió en que la vivienda no solo se trata de infraestructura, sino que también hay que tener en cuenta otros aspectos. Manos de La Cava trabaja en el área educacional, de acompañamiento y de comedor, estos factores hacen al hogar. “Si bien nuestro eje es la salud, la educación y la infancia, la vivienda tiene mucho que ver con eso”, especificó Iraola.
¿Cuál es la situación actual de vivienda y desafíos principales de quienes viven en La Cava?
​Es una situación de vivienda en su mayoría muy precaria. Los desafíos son: no hay agua potable, la cloaca y la conexión eléctrica que es muy peligrosa. De hecho, es ilegal la conexión, todo el mundo se cuelga de donde sea y saca el agua de la manguera que le pase cerca.
¿A cuántas familias están ayudando actualmente?
¿A cuántas familias estamos acompañando en este momento? A más de 200. No por la inundación, con ese tema seguimos trabajando con 40 familias que todavía están acomodándose. Después, están las familias que tenemos en el jardín de infantes, las familias que están en apoyo.... Son 250 familias que vienen a Manos para diferentes cosas: algunos para terapia, otro nenes a jardín de infantes, otros vienen al apoyo escolar, a deportes, a tomar el desayuno el almuerzo y la merienda, a rehabilitación con la terapista ocupacional, psicólogas, psicopedagogas y programas de alfabetización.

María Iraola
​Presidenta de Manos de La Cava.
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Ella viene de una familia que toda la vida estuvo en contacto con el barrio: su madre era catequista en La Cava y su abuela llevaba regalos y donaciones. “Cuando era chiquita mi abuela me llevaba a envolver regalos para navidad y para el día del niño al colegio de La Cava”, confesó Iraola.
Créditos: Qué pasa web
¿Cómo estuvieron ayudando post-inundación?
Con la comida no tanto, la realidad es que el Estado lo primero que reparte son fideos, arroz y polenta. Sí repartimos alimentos frescos a las familias más necesitadas de comida. Y sí acompañamos en lo que fue la limpieza y la reconstrucción de la casa: colchones, frazadas, sábanas, ropa. Muchas cosas que se habían perdido en las inundaciones. Sobre todo limpiar, porque después de las inundaciones es terrible cómo queda una casa. Hay casas que por producto de la inundación están en riesgo de caerse, así que también estamos con el tema de reconstrucción. Hay otra casa en la que el agua se llevó el piso. Estamos trabajando en eso.
Cómo se relaciona Manos de La Cava con la vivienda
Si bien el eje de la organización no es la infraestructura de la vivienda, la ONG estuvo acompañando a los vecinos que perdieron todas sus pertenencias producto del temporal que hubo en agosto de 2023.
Recibieron donaciones de colchones, sábanas, frazadas, ropa y están reconstruyendo 3 viviendas que quedaron destrozadas por el agua. Además, Iraola mencionó que desde la pandemia la fundación está concentrada en un proyecto para construir baños porque muchos residentes del barrio no tienen acceso a agua potable, algo crucial para la higiene personal y la vida en el hogar.
¿Podrías hablar sobre las construcciones de baños y reconstrucciones de casas?
El tema de los baños fue una campaña puntual. Nosotros una de las cosas que tenemos en la fundación son baños públicos, con lo que, durante la pandemia, nos cerraron la parte de los baños y todo. En La Cava hay muchas familias que no tienen agua en sus casas, con lo cual, nosotros, parte de la educación que damos son los hábitos de la vida diaria: bañarte, lavarte los dientes. Los chicos vienen trabajando en esa línea y se encontraron encerrados, sin ropa limpia para cambiarse, sin baños para bañarse, con lo cual iniciamos una campaña para empezar a llevar el agua y construir baños en las casas. Creo que construimos 52.
¿Cuáles son los desafíos continuos que enfrenta Manos de La Cava?
El primer desafío para cualquier cosa es el Estado, empezando por la Municipalidad, siguiente por la Provincial y terminando por la Nación que es un trabajo que debieran hacer ellos. No hay ninguna fundación u ONG ni nadie que pueda hacer una obra de estructura para que La Cava sea un lugar habitable y sin peligro. Hay que abrir calles, hay que hacer un tendido eléctrico lógico, cloacas. Con lo cual eso no es posible para nosotros. En lo que es habitacional, nosotros acompañamos a las familias. En el caso de Dani con la tormenta se cayó toda una montaña de tierra y basura que movió el agua arriba de su casa. La casa quedó chueca, las paredes se le fueron, bueno, nosotros la acompañamos en este proceso. Vive con 4 chiquitas solas. Nosotros tratamos de articular con personas que se quieran sumar a este proyecto y que ella pueda tener una vivienda habitable. El año pasado construimos una casa de una familia, todos con problemas de desarrollo madurativo, los chiquitos con enfermedades importantes, y bueno, también articulamos con los privados y los ayudamos a construir una vivienda digna.
¿Cómo es la relación con el Estado?
Pésima.
Cómo empezó Manos de La Cava
Lucila Tarelli fundó la ONG en 1997, pero previo a que sea un cuerpo legal, ella era voluntaria en el barrio hasta que abrió un comedor que empezó con 5 familias. Hoy en día son más de 250 familias las que reciben ayuda y acompañamiento de Manos de La Cava, no solo en aspectos alimenticios, sino también psiquiátricos y educacionales.
¿Sintieron más apoyo de algún gobierno?
Hay momentos en que es más fácil articular con el Estado y hay momentos en los que es más difícil. Si es un gobierno puntual o equis, no. Es depende de lo que ellos tengan ganas de que se vea. No es por un gobierno en sí o por un gobierno puntual. Cuando Carolina Stanley fue ministra de Desarrollo Social, puedo decir que vos le mandabas una propuesta, una inquietud y te recibía y la evaluaba, no quería decir que sí y que te la haga, pero escuchaba las propuestas. Después, lo mismo Sebastián Galmarini que está en la Provincia de Buenos Aires, es una persona que le mandás un proyecto y te escucha y recibe, si puede trata de involucrarse, pero no es un partido político, me parece que son más las personas. Hay personas más comprometidas y personas menos comprometidas. El Gobierno claramente con la pobreza que hay en Argentina, compromiso no tiene.
¿Qué aprendieron en estos 27 años?
Nos equivocamos y nos seguimos equivocando. Aprendemos de los errores, vamos cambiando. Cambió mucho lo que era la asistencia social en los 90 a lo que es hoy. En los 90, por ejemplo, el concepto de educación, escolarización, etc. no era algo que se hacía tan desde las fundaciones. Se trabajaba más en salidas laborales para las madres. Nosotros llevábamos los chicos al colegio, pero en ese momento ni siquiera había una obligatoriedad, no estaba la AUH (Asignación Universal por Hijo). Había un montón de cosas que se desconocían. El problema educativo en Argentina no era tan grande como es ahora. Con lo cual, sí, en 27 años han pasado millones de cosas. La cultura de la escuela era diferente en aquél momento de la que es en este. De hecho, si yo pienso en mamás que estén con nosotros que tengan 35 años, la mayoría no fue a la escuela.
¿Ustedes perciben las críticas y enojo de los vecinos?
En La Cava viven 17 mil personas, debe haber gente que está más contenta y gente que no. La realidad es que puntualmente en el caso de las inundaciones, muchas veces la gente cree que nosotros somos el Estado, y nosotros no somos el Estado. Es un momento donde la gente está pasando una angustia terrible, que acaba de perder todo y busca una solución y pone ese dolor y esa frustración, ese: “No me dieron lo que yo necesito/quiero” en el otro. Puede ser Manos de La Cava, puede ser otra ONG o puede ser, debiera ser, el Estado. Pero bueno, como el Estado no está, lo que tiene uno más cerca son las organizaciones. La mayoría de las veces, la gente es agradecida, otras veces está enojada. En los días de las inundaciones obviamente tuve discusiones con más de una persona porque quería que le den tal colchón, que no es posible. Nosotros trabajamos más que el Estado en la inundación. De hecho, gastamos más de 2 millones de pesos comprando colchones. El Estado repartió 25, nosotros llegamos a repartir más de 300. A alguno le llegó un colchón usado cuando quería nuevo. A muchos les llegó la frazada que no querían. Hacemos lo mejor que podemos, empatizamos con ese enojo y dolor. La verdad que acabás de perder TODO y al que está dos lugares adelante tuyo le tocó un colchón nuevo y a vos te tocó uno que es usado, y... te da bronca, está bien. Nosotros sabemos que le ponemos un montón de amor, un montón de ganas, un montón de cuerpo, un montón de cabeza. Hacemos lo mejor que podemos. Después, ¿es perfecto? Claramente no. Tenés familias que perdieron hasta sus casas. Entonces, pongámonos en el zapato del otro, veamos los enojos, veamos la disconformidad. ¿Dejaríamos de hacerlo porque hay gente que se enoja? No, lo volveríamos a hacer cada vez que sea necesario, y de la mejor manera que podemos que no es perfecta. Es la manera que podemos y con los recursos que contamos al momento de asistir una tragedia. Entonces, sí, hay mucha gente que se enoja y está bien que eso pase.